*Es
difícil comprender a un ser humano que no se odia; uno se halla ante él
desarmado, sin nada para ponerlo al descubierto.
*Solamente yo
vivo mi vida de enano. No ando con la cabeza erguida ni el rostro estirado. Yo
soy siempre yo mismo, siempre igual; no vivo más que una vida. No llevo ningún
desconocido dentro de mí. Y reconozco todo lo que de mí procede, nada surge de
los bajos fondos de mi ser, nada se esconde allí a la sombra. Por consiguiente,
tampoco siento ese temor que asusta a los demás, el temor de algo extraño,
desconocido y misterioso. Nada semejante existe en mí. En mí no existe ningún
otro.
*El destino
humano era uno solo. Cuando se ha cumplido, ya no puede esperarse nada. Sólo
los dioses poseen múltiples destinos y nunca tienen necesidad de morir. Ellos
poseen todo y sobreviven a todo. Lo tienen todo..., menos la felicidad del
hombre. No la conocen nunca, y por eso nunca se la envidian. Y nada los vuelve
tan malos y crueles como la temeridad de los hombres para ser felices, la
temeridad de los hombres para olvidarlos ante la dicha terrenal. Entonces
desatan su venganza. Y les ponen una rama de su árbol en la única mano que les
queda.
*Los poetas
cantan sobre todo al amor, y en eso tienen razón, porque nada como el amor
necesita ser transformado en otra cosa que lo que realmente es. Las damas,
entonces, se ponen melancólicas y sus pechos se hinchan de suspiros, y los
hombres adoptan un aire ausente y soñador, porque todos saben lo que realmente
es el amor y por eso convienen en que un poema que lo disfrace tiene que ser
una bella poesía.
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