Era una tigresa que estaba en muy
avanzado estado de gestación. Eso no le refrenaba sus impulsos felinos de
abalanzarse contra los rebaños de ovejas. En una de esas ocasiones alumbró un
precioso cachorro, pero no sobrevivió al parto.
El cachorrito fue recogido por las
ovejas. Se hicieron cargo de él, dándole de mamar y cuidándolo con mucho
cariño. El felino creció entre las ovejas, aprendió a pastar y a balar. Su
balido era un poco diferente y chocante al principio, pero las ovejas se
acostumbraron. Aunque era una oveja corporalmente bastante distinta a las
otras, su temperamento era como el de las demás, manso y delicado, y sus
compañeras estaban muy satisfechas con ella. Y así fue discurriendo el tiempo.
Una mañana clara y soleada, la
oveja-tigre estaba pastando con gran disfrute. Un tigre se acercó hasta el
rebaño y todas las ovejas huyeron, pero la oveja-tigre, extasiada en el
alimento, seguía pastando. El tigre la contempló sonriendo. Nunca había visto
algo semejante. El tigre se aproximó al cachorro y, cuando éste levantó la
cabeza y vio al animal, exhaló un grito de terror. Comenzó a balar
desesperadamente.
-Cálmate,
muchachito – le apaciguó el tigre. No voy a hacerte nada. Al fin y al cabo
somos de la misma familia.
-¿De
las misma familia? – replicó sorprendido el cachorro. Yo no soy de tu familia,
¿Qué dices? Soy una oveja.
-Anda,
acompáñame – dijo el tigre.
El tigre-oveja le siguió. Llegaron
a un lago de aguas maravillosamente tranquilas y despejadas.
-Mirate
en las aguas del lago – dijo el tigre al cachorro.
El tigre-oveja se miró en las
aguas. Se quedó perplejo al contemplar que no era parecido a sus hermanas las
ovejas.
-Mirame
a mi. Mirate a ti y mírame a mí. Yo soy un poco más grande, pero ¿no ves que
somos iguales? Tú no eres una oveja, sino un tigre.
El tigre-oveja se puso a balar.
-No
bales – le reprendió el tigre, y a continuación le ordenó: ruge.
Pero el tigre-oveja siguió balando
y en días sucesivos, aunque el tigre trató de persuadirle de que no era una
oveja, siguió pastando.
Unos días después, el tigre le
trajo un trozo de carne cruda y le conminó a que lo comiera. En el mismo
momento en que el tigre-oveja probó la carne cruda, tuvo consciencia de su
verdadera identidad, dejó el rebaño de ovejas, se marchó con el tigre y llevó
la vida propia de un tigre.