Un día el mercader llegó a un pueblo, y como había hecho en
los otros, soltó al asno en un campo de verde alfalfa. El dueño, al ver lo que
él suponía un león huyó, aterrorizado, al pueblo, y contó a sus convecinos lo que
estaba ocurriendo. Sin vacilar un momento, todos se armaron hasta los dientes y
corrieron al encuentro del falso león.
Este, al ver acercarse a tanta gente lanzó un sonoro rebuzno
que descubrió a los campesinos su disfraz, y que tuvo además por consecuencia
irritarlos mucho más. En un momento cayeron todos sobre él y lo molieron a
palos de tal manera, que cuando al fin el mercader logró rescatarlo, estaba
moribundo.
El hombre se tiró de los pelos al ver que por su avaricia
había perdido a un compañero fiel y útil, y mientras el pollino moría, el viejo
iba diciendo:
– No es la piel lo que hace
temible al león.
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