martes, 19 de mayo de 2015

Reflexiones e Ideas - Michel Onfray 2 (1959-)

*La credulidad de los hombres sobrepasa lo imaginable. Su deseo de no ver la realidad, sus ansias de un espectáculo alegre, aún cuando provenga de la más absoluta de las ficciones, y su voluntad de ceguera no tienen límites. Son preferibles las fábulas, las ficciones, los mitos, los cuentos para niños, a afrontar el desvelamiento de la crueldad de lo real que obliga a soportar la evidencia de la tragedia del mundo. Para conjurar la muerte, el homo sapiens la deja de lado. A fin de evitar resolver el problema, lo suprime. Tener que morir sólo concierne a los mortales: el creyente, ingenuo y necio, sabe que es inmortal, que sobrevivirá a la hecatombe universal.

*¿En nombre de qué, de quién, podemos asumir el deber de amar al prójimo si es abominable? ¿Qué se puede alegar para convencer a la víctima de amar a su verdugo? ¿Que es una criatura de Dios, como yo, y las vías del Señor que lo conducen a hacer el mal son inescrutables? Eso vale para los que se consagran a las pamplinas cristianas, pero, ¿y para los demás, los que viven inmunes a esas fábulas? ¿Qué extraña perversión podría, pues, conducir a este mandato inaudito: amar al autor del suplicio que nos destruye? Auschwitz muestra los límites de esta ética: interesante en el papel, pero inútil para la vida.

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