martes, 12 de mayo de 2015

Derechos animales - Henry D. Thoreau (1817-1862)

*No me cabe la menor duda de que es parte del destino de la raza humana, en su progreso, gradual, el dejar de consumir animales, de igual modo que las tribus salvajes dejaron de comerse entre sí cuando entraron en contacto con otras más civilizadas.

*Ningún ser humano, pasada la irreflexiva época de la juventud, dará muerte gratuitamente a una criatura que tiene el mismo derecho a la vida que él. La liebre llora en su agonía como un niño.

*...hay algo esencialmente sucio en esa dieta, como en toda la carne, y empecé a ver el origen de las tareas domésticas y, en consecuencia, el esfuerzo tan costoso de ofrecer cada día una apariencia pulcra y respetable, de mantener la casa agradable y limpia de malos olores y feos aspectos (...). En mi caso, la objeción práctica al alimento animal era su suciedad y, además, cuando había cogido, limpiado, cocinado y comido mi pescado, no me parecía que me hubiera alimentado esencialmente. Era insignificante e innecesario y costaba más de lo que era. Un poco de pan y algunas patatas habrían servido lo mismo, con menos trastorno e inmundicia. Como muchos de mis contemporáneos, durante años me he abstenido de alimento animal, té café, etc., no tanto por sus secuelas como porque no resultaban gratos a mi imaginación. La repugnancia por el alimento animal no es efecto de la experiencia, sino un instinto...

*Creo que cualquier hombre que se proponga seriamente conservar sus facultades superiores o poéticas en las mejores condiciones se inclinará por abstenerse de tomar alimento animal o demasiado alimento de ninguna clase.

*Es difícil proveer y cocinar una dieta tan sencilla y limpia que no ofenda a la imaginación, a la que creo que hay que alimentar cuando alimentamos nuestro cuerpo: han de sentarse a la misma mesa...

*...¿No es reprobable que el hombre sea carnívoro? Es cierto que puede vivir, y vive en gran medida, de la depredación de otros animales, pero es un modo miserable -como sabe cualquiera que haya tendido lazos a conejos o degollado corderos-, y aquel que enseñe al hombre a limitarse a una dieta más inocente y saludable será considerado un benefactor de la especie.

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