*El poder es esencialmente negativo. En cualquier lugar que
se lo ejerza, de cualquier modo que se lo ejerza este ejercicio será
inexorablemente malo, destructivo y perjudicial.
*Los tres monoteísmos, a los que anima la misma pulsión de muerte genealógica, comparten idénticos desprecios: odio a la razón y a la inteligencia; odio a la libertad; odio a todos los libros en nombre de uno solo; odio a la vida; odio a la sexualidad, a las mujeres y al placer; odio a lo femenino; odio al cuerpo, a los deseos y pulsiones. En su lugar, el judaísmo, el cristianismo y el islam defienden la fe y la creencia, la obediencia y la sumisión, el gusto por la muerte y la pasión por el más allá, el ángel asexuado y la castidad, la virginidad y la fidelidad monogámica, la esposa y la madre, el alma y el espíritu. Eso es tanto como decir "crucifiquemos la vida y celebremos la nada".
*Al tomarse por lo que no son, al imaginarse en una configuración diferente de
la real, los hombres evitan lo trágico, es cierto, pero pasan inadvertidos ante
sí mismos. No desprecio a los creyentes, no me parecen ni ridículos ni dignos
de lástima, pero me parece desolador que prefieran las ficciones
tranquilizadoras de los niños a las crueles certidumbres de los adultos.
Prefieren la fe que calma a la razón que intranquiliza, aún al precio de un
perpetuo infantilismo mental. Son malabares metafísicos a un costo monstruoso.
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