-Estas ferias suponen siempre un maltrato encubierto, pues los animales obligados a participar en ellas sufren un estrés constante.
-Se exagera hasta lo ridículo su importancia cultural, pues apenas pasan de ser en la práctica meros parques temáticos de fin de semana.
-Lo más auténticamente medieval de estos escenarios de cartón piedra puede que sea la mentalidad con la que son concebidos. Por no suponer representación alguna, es especialmente preocupante a la par que revelador la utilización de animales vivos como complemento escenográfico de tales iniciativas. En efecto, y mientras todo lo concerniente al ámbito humano se asume como mera representación, hasta casi lo caricaturesco en según qué aspectos, los animales permanecen como en aquella época: docenas de gallinas, palomas, conejos, cabras, cerdos y pavos hacinados en jaulones, formando un zoológico caótico y desconcertante; aves rapaces que deben aguantar atadas interminables horas, obligadas a “actuar” ante un público narcotizado que ni se plantea que las cosas no han de ser éticamente correctas por el solo hecho de que estemos acostumbrados a convivir con ellas.
-Pensemos en la triste caravana de burritos sin otro quehacer que transportar durante toda la jornada a sus espaldas a pequeños humanos vociferantes, vigilados de cerca por sus orgullosos papás y mamás.
-Recordemos los grupos de ocas que de vez en cuando son sacadas apresuradamente por su “cuidador” y obligadas a recorrer (histéricas por la mala educación de mayores y sobre todo de niños) un par de calles para que el respetable aprecie desde primera fila tan medieval escena.
-Cabe añadir un pero importante más a la lista: la cuestión educativa.
Estos escenarios lúdicos resultan nefastos para los más pequeños, pues afianzan su imaginario de los animales como meros elementos a nuestra disposición; que “ellos” están aquí para servirnos a “nosotros”, que como tales pueden ser encerrados, montados y azuzados sin el menor remordimiento de conciencia, por la sencilla y contundente razón de que “son simplemente animales”.
Estos escenarios lúdicos resultan nefastos para los más pequeños, pues afianzan su imaginario de los animales como meros elementos a nuestra disposición; que “ellos” están aquí para servirnos a “nosotros”, que como tales pueden ser encerrados, montados y azuzados sin el menor remordimiento de conciencia, por la sencilla y contundente razón de que “son simplemente animales”.
Se abre así en su mente un foso invisible (y sin embargo letal para los otros) que les acompañará toda la vida.
*Extracto artículo boletín 4Patas: Asociación Nacional Amigos de los Animales - ANAA
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