Una
rana se montó encima de una tortuga y así iban hablando. Decía la rana:
-¿Cómo
es posible que te tomes la vida con tanta tranquilidad? ¿Cómo es posible que
andes tan despacio?
Y
la tortuga le respondió:
-No
es el tiempo que tardas lo que cuenta, sino lo que has aprendido al llegar. Tú
vas saltando a todas partes, pero ¿qué has vivido de todo cuanto atraviesas en
tu camino? No estás en ninguna parte, aunque vayas a todas. Yo, sin embargo, estoy
donde estoy y el camino que recorro nunca más lo olvido ni lo he de volver a
andar.
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