La felicidad tiene que ver con el viejo principio freudiano del placer: satisfacer las necesidades y evitar el dolor. La alegría, por su parte, está absolutamente más allá del placer y del dolor ya que, de hecho, requiere el conocimiento y la aceptación del dolor.
La alegría es la reacción natural al reconocimiento pleno del Ser, es la respuesta que tiene lugar cuando encontramos nuestro verdadero lugar en la vida, una respuesta que sólo puede presentarse cuando sabemos, en profundidad, que no estamos negando ni excluyendo absolutamente nada de la conciencia.
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