En la ternura hay un elemento de tristeza. No es la tristeza de quien se compadece de sí mismo o se siente despojado, sino de una situación natural de plenitud. La persona se siente tan rica y plena como si estuviese a punto de deshacerse en lágrimas. Tiene los ojos rebosantes, y tan pronto como parpadee, las lágrimas se derramarán y resbalarán por sus mejillas. Esa experiencia de tristeza es, más bien, algo incondicional. Se da porque el corazón está completamente al descubierto. No hay piel ni tejido que lo cubra: sólo la carne viva.
La auténtica razón de la tristeza proviene de la sensación de que nuestro inexistente corazón está totalmente pleno. Quisiéramos derramar la sangre de nuestro corazón, entregar nuestro corazón a otros.
Extracto de “Shambala, la senda sagrada del guerrero”
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