Resulta evidente que, por un lado, la felicidad depende de las circunstancias y, por otro lado, de uno mismo. Muchos juzgan que es imposible la felicidad sin una creencia religiosa en mayor o menor grado. Muchos que son desdichados piensan que su desgracia tiene orígenes complicados y muy intelectuales. No creo que sean estas las causas de la felicidad ni de la desdicha; creo que sólo son sus síntomas. El hombre desgraciado se inclina a abrazar un credo desgraciado, y el hombre feliz, un credo feliz. Cada uno achaca su felicidad o su desdicha a sus propias ideas, cuando acaece todo lo contrario...
El hombre feliz es aquel que vive con objetividad, aquel que posee afectos libres y se preocupa por cosas de importancia, aquel que asegura su felicidad mediante los afectos y los intereses, porque le convertirán a su vez en objeto de interés y de cariño. El cariño percibido es un importante motivo de felicidad, pero no es la persona que lo necesita aquella a la que precisamente se lo dan. En general puede afirmarse que el que percibe el cariño es quien a su vez lo entrega.
No hay comentarios:
Publicar un comentario