-El hecho de que sea el lenguaje el alimento básico de la
educación significa que la estructura interior de eso que ha de llamarse
personalidad es, en el fondo, el resultado de un diálogo, el resto de una memoria,
interpretada por las palabras con las que hemos engarzado los sucesos de
nuestra vida.
No hay, pues,
educación si no se configura como lenguaje y no se realiza como diálogo.
-El libro es, sobre todo, un recipiente donde reposa el tiempo.
Una prodigiosa trampa con que la inteligencia y la sensibilidad humana
vencieron a esa condición efímera, fluyente, que llevaba la experiencia del
vivir hacia la nada del olvido. La escritura abrió al ‘animal que habla’,
condenado a la inmediatez de los instantes compartidos, el inesperado
enriquecimiento de una nueva forma de diálogo: el diálogo con ‘otro’ tiempo, el
diálogo con el pasado.
-El ser humano es lo que la educación hace de él.
-El ser humano es lo que la educación hace de él.
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