El gran maestro reunió a todos sus discípulos, para escoger
a quien tendría ese honor.
-Voy a presentarles un problema,
dijo. Aquel que lo resuelva primero será el nuevo guardián del templo.
Trajo al centro de la sala un banco, puso sobre éste un
enorme y hermoso florero de porcelana con una hermosa rosa roja y señaló:
-Éste es el problema.
Los discípulos contemplaban perplejos lo que veían: los
diseños sofisticados y raros de la porcelana, la frescura y elegancia de la
flor… ¿Qué representaba aquello? ¿Qué hacer? ¿Cuál era el enigma? Todos estaban
paralizados.
Después de algunos minutos, un alumno se levantó, miró al
maestro y a los demás discípulos, caminó hacia el vaso con determinación, lo
retiró del banco y lo puso en el suelo.
-Usted es el nuevo guardián -le
dijo el gran maestro, y explicó:
-Yo fui muy claro, les dije que
estaban delante de un problema. No importa qué tan bellos y fascinantes sean,
los problemas tienen que ser resueltos. Puede tratarse de un vaso de porcelana
muy raro, un bello amor que ya no tiene sentido, un camino que debemos
abandonar pero que insistimos en recorrer porque nos trae comodidades. Solo
existe una forma de lidiar con los problemas: afrontarlos.
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