*Ansiamos parecer simpáticos; mas pocas veces nos detenemos
a averiguar si las personas con quienes gastamos prosa y finezas las merecen de
veras. Conducta prudente será, antes de franquearse y enternecerse con alguien,
hacerle hablar mucho para conocerle bien. Sacudamos el cerebro del
interlocutor, a fin de ver si suelta necedades o frutos sabrosos. Y ajustemos
nuestra conducta al valor del fruto recogido.
*¿No tienes enemigos? ¿Es que jamás dijiste la verdad o
jamás amaste la justicia?
*Nada me inspira más veneración y asombro que un anciano que
sabe cambiar de opinión.
*El hombre es un ser social cuya inteligencia exige para
excitarse el rumor de la colmena.
*Las ideas no duran mucho. Hay que hacer algo con ellas.
*De todas las reacciones posibles ante una injuria, la más
hábil y económica es el silencio.
*Es difícil ser buen amigo de los amigos, sin ser algo
enemigo de la equidad.
*Lo peor no es cometer un error, sino tratar de
justificarlo, en vez de aprovecharlo como aviso providencial de nuestra
ligereza o ignorancia.
*Evita la conversación de aquellas personas cuya palabra, en
vez de ser trabajo, es placer. Los grandes parlanchines suelen ser espíritus
refinadamente egoístas, que buscan nuestro trato, no para estrechar lazos
sentimentales, sino para hacerse admirar y aplaudir.
*En la vida del
enamorado, los prudentes consejos del viejo suenan como la voz atiplada de un
eunuco que disertara sobre las excelencias del celibato.
*Nos desdeñamos u odiamos porque no nos comprendemos porque
no nos tomamos el trabajo de estudiarnos.
*Hay que limpiar la mente de
prejuicios y de imágenes ajenas hacer el firme propósito de ver y juzgar por
nosotros mismos, como si el objeto hubiera sido creado expresamente para regalo
y deleite de nuestro intelecto.
*Todo hombre puede ser, si se lo
propone, escultor de su propio cerebro.
*Nos quejamos de los amigos porque
exigimos de ellos más de lo que pueden dar.
*Unas veces nos amamos porque nos
conocemos, y otras, acaso las más, nos amamos porque nos ignoramos.
*No te preocupes demasiado por las censuras acres o injustas. Parodiando a Descartes, debes decirte: "Molesto, luego existo". Y, por lo menos, sirvo para aumentar la bilis de mis émulos y adversarios". Lo más grave de la animadversión es el silencio, presagio y como anticipo de nuestra muerte. Máxime cuando por cuquería, olvido o comodidad callan nuestros favorecidos, a quienes, contra viento y marea, hicimos peligrosa justicia.
*No te preocupes demasiado por las censuras acres o injustas. Parodiando a Descartes, debes decirte: "Molesto, luego existo". Y, por lo menos, sirvo para aumentar la bilis de mis émulos y adversarios". Lo más grave de la animadversión es el silencio, presagio y como anticipo de nuestra muerte. Máxime cuando por cuquería, olvido o comodidad callan nuestros favorecidos, a quienes, contra viento y marea, hicimos peligrosa justicia.
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