Sentado. Relajado. Deja que la respiración fluya por sí sola, sin tratar de controlarla.
Coloca delante de ti una vela encendida a unos 50 cms. Obsérvala atentamente durante un minuto más o menos; percibe los movimientos oscilantes de la llama, el cambio de color, la forma que adopta, el humo que produce, el olor que transmite... Sólo observa y percibe, no busques significados, ni comparaciones, ni explicaciones.
Pasado el tiempo, cierra los ojos y concéntrate ahora en el movimiento del abdomen al inspirar y al espirar; permanece así durante otro minuto.
Abre los ojos y vuelve a observar la vela.
Alterna este proceso mientras dure la práctica: Un minuto la vela, un minuto la respiración del abdomen.
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