-Nuestra creencia no es una fe.
-Nuestros principios no son una fe.
-No confiamos exclusivamente en la ciencia y en la razón, ya que estos son elementos necesarios en lugar de suficientes, pero desconfiamos de todo aquello que contradiga a la ciencia o atente contra la razón.
-Podemos discrepar en muchas cosas, pero respetamos la libre indagación, la actitud abierta y la búsqueda de las ideas por lo que valen en sí mismas.
-No mantenemos nuestras convicciones de forma dogmática, pero las resolveremos mediante evidencias y razonamientos, y no excomulgándonos mútuamente.
-No somos inmunes al reclamo de lo maravilloso, del misterio y el sobrecogimiento; tenemos la música, el arte y la literatura, y nos parece que Shakespeare, Tolstoi o Dostoievsky plantean mejor los dilemas éticos importantes que los cuentos morales mitológicos de algunos libros.
-Nos conformamos con vivir sólo una vez, salvo a través de nuestros hijos, a los que nos alegramos absolutamente de sentir que debemos abrir camino y dejar sitio.
-Nosotros, los infieles, no necesitamos ningún mecanismo de refuerzo, cosa que tal vez sea lo más importante de todo.
-Nosotros obedecemos a principios éticos simplemente porque nos parecen correctos; no necesitamos que se nos prometan recompensas o se nos amenace con castigos eternos para intentar actuar correctamente en conciencia. Ninguna estadística demostrará jamás que sin ese tipo de promesas, nosotros, cometemos más delitos de codicia o violencia que los que sí las creen; de hecho, si se pudiera realizar dicho estudio, con seguridad la evidencia sería la inversa.
-Nosotros no tenemos necesidad de reunirnos todos los días, ni cada siete, ni con motivo de ninguna festividad, ni para proclamar nuestra rectitud o postrarnos y regodearnos en nuestra indignidad.
-No necesitamos ninguna jerarquía superior que custodie nuestra doctrina.
-Para nosotros, ningún lugar de la Tierra es o podría ser “más santo” que otro: al acto de peregrinar a algún sitio y al brutal espanto de matar en nombre de algún santuario, cueva, muro o roca sagrada podemos oponer un paseo ocioso o urgente de un lado a otro de la biblioteca, el museo, o para acudir a comer con un amigo, comparta o no nuestro pensamiento, para buscar la verdad o la belleza.
-Podemos mantener la lealtad sentimental a las tradiciones culturales y literarias e incluso participar en rituales religiosos tales como bodas o funerales, sin tener que admitir las creencias sobrenaturales que historicamente estás asociadas a esas tradiciones.
*Reflexiones de Christopher Hitchens (Extracto).
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