Un estudiante fue con un maestro para aprender el arte de
curar. Llegó un paciente y el maestro le comentó:
-Este hombre necesita granadas
para curar.
El estudiante recibió al paciente y le dijo:
-Tiene usted que tomar granadas,
es todo lo que necesita.
El hombre se fue protestando y probablemente no consideró en
serio el consejo. El estudiante corrió a su maestro y preguntó qué es lo que
había fallado. El maestro no dijo nada y esperó a que de nuevo se dieran las
circunstancias.
Pasó un tiempo y el maestro dijo de otro paciente:
-Ese hombre necesita granadas
para curar, pero esta vez seré yo quién actúe.
Le recibió y se sentaron, hablaron de su familia, de su
trabajo, de su situación, dificultades e ilusiones.
El maestro con aire pensativo dijo como para sí mismo:
-Necesitarías algún fruto de
cáscara dura, anaranjada, y que en su interior contenga granos jugosos de color
granate.
El paciente interrumpió exclamando:
-¡Granadas! ¿y eso es lo que
podría mejorarme?
El paciente curó y el estudiante tuvo una ocasión más para
aprender.
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