En primer lugar, observad vuestra postura: disponed las
piernas en la posición más cómoda; colocad la columna vertebral tan recta como
una flecha. Colocad las manos en la postura del equilibrio meditativo: a cuatro
dedos por debajo del ombligo, la mano izquierda abajo y la derecha encima, y
los pulgares tocándose para formar un triángulo. Esta colocación de las manos
tiene conexión con el lugar donde se genera el calor interno en el interior del
cuerpo.
Con el cuello inclinado ligeramente, dejad que la boca y los
dientes estén en su posición normal, con la parte superior de la lengua tocando
ligeramente el paladar, cerca de los dientes superiores. Dejad que los ojos miren
relajadamente hacia abajo; no es necesario dirigirlos hacia la punta de la
nariz, pueden dirigirse hacia el suelo delante de vosotros, si os parece más
natural. No abráis los ojos demasiado ni los cerréis con fuerza; dejadlos
entreabiertos. A veces se cierran ellos solos; esto está perfectamente bien.
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