El tiempo se va. A veces pienso que tendría que vivir
apurado, que sacarle el máximo partido a estos años que quedan. Hoy en día,
cualquiera puede decirme, después de escudriñar mis arrugas: «Pero si usted
todavía es un hombre joven». Todavía. ¿Cuántos años me quedan de ese «todavía»?
Lo pienso y me entra el apuro, tengo la angustiante sensación de que la vida se
me está escapando, como si mis venas se hubieran abierto y yo no pudiera
detener mi sangre. Porque la vida es muchas cosas (trabajo, dinero, suerte,
amistad, salud, complicaciones), pero nadie va a negarme que cuando pensamos en
esa palabra Vida, cuando decimos, por ejemplo, «que nos aferramos a la vida»,
la estamos asimilando a otra palabra más concreta, más atractiva, más
seguramente importante: la estamos asimilando al Placer. Pienso en el placer
(cualquier forma de placer) y estoy seguro de que eso es vida. De ahí el apuro,
el trágico apuro de estos cincuenta años que me pisan los talones. Aún me
quedan, así lo espero, unos cuantos años de amistad, de pasable salud, de
rutinarios afanes, de expectativa ante la suerte, pero ¿cuántos me quedan de
placer? Tenía veinte años y era joven; tenía treinta años y era joven; tenía
cuarenta años y era joven. Ahora tengo cincuenta años y soy «todavía joven».
Todavía quiere decir: se termina".
*De "La
tregua"
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