miércoles, 25 de enero de 2017

Sentarse para la meditación

Sentarse para la meditación es toda una ciencia y un arte cuyo objetivo es permanecer inmóvil y derecho, con la espina dorsal recta, de manera que nuestro cuerpo descanse relajado pero firme y alerta. 
Cuando alguien comienza a sentarse a meditar, al principio se encuentra con todo tipo de incomodidades físicas que producen distracción. A eso se añade el hecho de que la mente parece incapaz de permanecer concentrada en una sola cosa. Cuando nos quedamos quietos y vigilantes, la mente tiende a reaccionar, tratando al máximo de volver a conquistar una posición predominante y de control, entonces el practicante ha de limitarse a seguir quieto y a observarla con desapego. 
La mayoría de los occidentales, al principio, encontramos difícil sentarnos con las piernas cruzadas, y en las clases de meditación para principiantes rara vez se trata el tema de la postura con detenimiento. Esto hace que se desarrollen ciertos malos hábitos que luego costarán corregir y que nos van a incapacitar para proseguir con éxito los siguientes pasos de relajación de la mente, concentración, etc.
Cuando nos sentemos a meditar, debemos aprender, como punto inicial, a dirigir la atención al cuerpo físico, hacia la asana, ésta es la primera base necesaria y el punto de partida para la práctica de la meditación. No es posible meditar sólo con la mente. El cuerpo y la mente conforman una sola unidad. La toma de conciencia de nuestro cuerpo nos ayuda a desarrollar una buena postura física, ésta, a su vez, nos ayuda a que entremos en el mundo de la meditación. 

La postura de meditación ideal 
La postura ideal de meditación es la del loto completo, aunque también hay diferentes variaciones que son casi igual de adecuadas. Entre ellas, sin duda, habrá una posición que para empezar nos resulte más cómoda, pudiendo mejorarla posteriormente de una manera gradual.

Técnica para el ajuste de la postura 
Escoger un banquillo o cojín y colocar las piernas, lo mejor posible, en la posición elegida.
La pelvis deberá ajustarse de tal modo que el ángulo que forme sea más o menos recto, sin llevarlo demasiado hacia atrás o hacia delante. La posición correcta de la pelvis pone a estos huesos en un máximo contacto con el cojín. 
El mantenernos conscientes en estos huesos nos permite elevar la columna vertebral ligeramente para así enderezarla, evitando la rigidez. Si hacemos una respiración profunda uno o dos veces, nuestro pecho al igual que la caja torácica se abrirá. Los brazos y hombros deberán relajarse, acomodando las manos sobre el regazo, de tal forma que no ejerzan presión alguna en la posición relajada de los hombros y brazos. Podemos colocar una mano sobre la otra o en cualquier otra posición adecuada. 
Para ajustar la posición de la cabeza deberemos damos cuenta de que el cuello es una extensión de la columna. Si es necesario podemos mover la cabeza hacia atrás y hacia delante hasta que se sienta equilibrada. Deberemos sentir el punto en donde el cráneo encuentra equilibrio con la columna vertebral, moviéndolo un poco hacia delante, de tal manera que la mirada se encuentre dirigida hacia el suelo cerca de nuestro asiento, tratando de relajar la cara, el mentón, la lengua y la garganta. 
Finalmente tendremos que revisar cómo nos encontramos en esta postura, especialmente la alineación del tronco. Es necesario comprobar que no existan faltas básicas como encorvamiento o arqueo de la espalda, y que se haga cualquier ajuste que sea necesario. Sentarse derecho no significa poner la espalda completamente derecha o tensa como el palo de una escoba sino que debe estar bien erguida manteniendo la curvatura natural de la espalda.
Sentirse bien en la postura no implica que la asana esté bien. La postura conlleva un equilibrio y simetría de todo el cuerpo. Con frecuencia lo que se siente correcto es tan sólo lo que estamos acostumbrados a sentir. Entonces, si alguien nos pone en una postura mejor nos suele resultar poco familiar e incomoda. Esto hará que queramos regresar a la postura familiar, aunque sea incorrecta y hasta dañina.

Dolor
Por otro lado, si existe dolor, es signo seguro de que la postura es incorrecta.
Es obvio que habrán incomodidades pasajeras, sensaciones de malestar, picores, quejas y dolores que serán mejor ignorar pues si no nunca terminarán, y si no decidimos aguantar y llevar nuestra atención a otra parte nunca llegaremos a asentarnos. Estas molestias están conectadas frecuentemente con cierta agitación interna, así como con una mente desasosegada que se incomoda y se obsesiona con molestias menores. Si nos identificamos con dicha agitación no podremos ni siquiera relajarnos.

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