Las religiones
siempre han tenido un problema grave con el conocimiento: Lo aceptan mientras puedan controlarlo, mientras
puedan moderarlo, mientras puedan determinar cómo fluye, qué tanto fluye, qué
tanto debe permanecer oculto y a qué sectores debe o no llegar. En esos casos
son amables con el conocimiento.
Pero si no, lo detestan, y sobre todo detestan su
libre difusión. Por lo tanto tienen dos opciones; destruir la
posibilidad de educación o tratar de controlarlo.
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