En un templo remoto de las montañas del Japón, cuatro monjes
zen habían decidido hacer un retiro que exigía silencio absoluto. Hacía mucho
frío, y cuando una bocanada de aire helado penetró en el templo, el monje más
joven exclamó:
-¡Se ha
apagado la vela!
-¿Por qué
hablas? -le reprendió el monje de más edad. ¡Estamos haciendo una cura de
silencio!
-¡Me
pregunto por qué estáis hablando en lugar de cerrar la boca, como habíamos
decidido! -gritó indignado el tercer monje.
-¡Yo soy el
único que no he hablado aquí! -declaró satisfecho el cuarto monje.
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