*¡Oh
mortales! No sigáis envenenando vuestro cuerpo con un alimento tan repulsivo
como la carne. Sólo a los animales les es propio alimentarse de carne y aun no
todos la usan. El caballo, el buey, el carnero pacen las hierbas de los prados;
únicamente los de índole fiera y silvestre; los tigres, los fieros leones, los
lobos y los osos gustan de sangrientos manjares. ¡Oh dioses! ¿Puede darse mayor
delito qué introducir entrañas en las propias entrañas, alimentar con avidez el
cuerpo con otros cuerpos y conservar la vida dando muerte a un ser que, como
nosotros, vive?... ¿Por qué ha de ser la matanza el único medio de satisfacer
vuestra insaciable gula?.
*No mojes nunca tu pan ni en la sangre ni en las lágrimas de tus hermanos. Una dieta vegetariana nos proporciona energía pacífica y amorosa, y no sólo a nuestro cuerpo sino, sobre todo, a nuestro espíritu. Mientras los hombres sigan masacrando y devorando a sus hermanos los animales reinará en la Tierra la guerra y el sufrimiento y se matarán unos a otros, pues aquél que siembra el dolor y la muerte no podrá cosechar ni la alegría, ni la paz, ni el amor.
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