Un estudiante preguntó a un maestro zen cuánto tiempo le
llevaría iluminarse. El maestro respondió:
-Unos
quince años.
-¿Qué?
-exclamó el estudiante- ¿Quince años?
-Bueno,
para ti llevaría unos veinticinco años.
-¡Qué en mi
caso llevaría veinticinco años!
-Ahora que
lo pienso mejor, puede que llevara cincuenta años.
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