Litigaban dos campesinos
delante de un juez, de los cuales el uno comenzó a presentarle un panal de
miel; el otro, sabiéndolo, le trajo una cesta de huevos. Visto esto por el
primero, volvió por un saco de castañas; el otro, que era más rico, no
queriendo ser sobrepujado, le envió un corpulento puerco.
Estando ya para terminarse la causa, pareciéndole al juez haber sacado bastante, sentenció a favor del primero; y doliéndose el otro campesino de haberle engañado, pues le había prometido dar la sentencia a su favor cuando le trajo las castañas, llevándole el juez al lugar donde estaba el puerco, respondió:
“Es verdad que así había determinado hacerlo; pero éste se ha comido tus castañas”.
Estando ya para terminarse la causa, pareciéndole al juez haber sacado bastante, sentenció a favor del primero; y doliéndose el otro campesino de haberle engañado, pues le había prometido dar la sentencia a su favor cuando le trajo las castañas, llevándole el juez al lugar donde estaba el puerco, respondió:
“Es verdad que así había determinado hacerlo; pero éste se ha comido tus castañas”.
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