*Por lo que respecta a la educación de los hijos, creo que
no hay que enseñarles las pequeñas virtudes, sino las grandes. No el ahorro,
sino la generosidad y la indiferencia hacia el dinero; no la prudencia, sino el
coraje y el desprecio por el peligro; no la astucia, sino la franqueza y el
amor por la verdad; no la diplomacia, sino el amor al prójimo y la abnegación;
no el deseo de éxito, sino el deseo de ser y de saber.
*Yo no he sabido formarme una cultura de nada, ni siquiera
de las cosas que más he amado en mi vida: han quedado en mí como imágenes
dispersas, alimentando mi vida de recuerdos y emociones, sí, pero sin colmar el
vacío, el desierto de mi cultura.
*Pienso que en la vida de cada uno de nosotros existe un
libro similar, que de pequeños no nos limitamos simplemente a leer, sino que
inspeccionamos y rebuscamos en cada uno de sus rincones como si de una
habitación se tratara. Un libro así, rebuscado como una habitación, escrutado o
interrogado como una cara en cada rasgo y arruga, nunca podremos juzgarlo como
se juzga un libro, porque para nosotros ha abandonado la zona de los libros y
ha pasado a vivir a la zona de la memoria y de los afectos.
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