Cualquier persona
que exprese una respuesta más
firme a la pregunta está reclamando un acceso al conocimiento
que no se basa en fundamentos
empíricos. Esta manera de pensar muy persistente, común a la mayoría de
las religiones y algunas ramas de la filosofía, no ha logrado mucho en los
esfuerzos del pasado para comprender, y por lo tanto predecir el
funcionamiento del universo y nuestro lugar en él.
Afirmar que el
universo tiene un propósito implica que el universo tiene intención. E
intención implica un resultado deseado. Pero, ¿quién tendría el deseo? ¿Y cuál
sería el resultado deseado? ¿Es la vida basada en el carbono inevitable? ¿O los
primates vivientes son el pináculo neurológico de la vida?¿Son las respuestas a estas preguntas aún sin
expresar un posible sesgo profundo del sentimiento humano? Por supuesto,
los humanos no estuvimos por aquí para hacer estas preguntas durante el 99,9999% de la historia cósmica. Así
que si el propósito del universo era crear seres humanos, entonces el cosmos
era vergonzosamente ineficaz al respecto.
Y si un objetivo adicional del universo era crear una base fértil para la vida, entonces nuestro entorno cósmico tiene una extraña manera de demostrarlo. La vida en la Tierra, durante más de 3,5 millones de años de existencia, ha sido constantemente asaltada por fuentes naturales de caos, muerte y destrucción. La devastación ecológica provocada por volcanes, cambios climáticos, terremotos, tsunamis, tormentas, pestes, y sobre todo asteroides asesinos, han extinguido al 99,9% de todas las especies que han vivido aquí.
¿Qué hay de la vida humana? Si usted es religioso, puede declarar que el propósito de la vida
es servir a Dios. Pero si eres una de los 100 mil millones de bacterias que
viven y trabajan en un solo centímetro de nuestro intestino inferior (que
rivaliza, por cierto, el número total de personas que alguna vez han nacido)
quizás darías una respuesta completamente diferente. En su lugar, podríamos
decir que el propósito de la vida humana es ofrecernos un lugar oscuro, pero
idílico, el hábitat anaeróbico de la materia fecal.
Por lo tanto, en ausencia de arrogancia humana, y después de filtrar las
evaluaciones delirantes que promueve dentro de nosotros, el universo se parece cada vez más al azar.
Cuando los acontecimientos que habrían de ocurrir en nuestro mejor interés son
tan numerosas como otros eventos que rápidamente nos podrían matar, la
intención última es difícil, si no imposible, de discernir. Así que aunque no puede presumir de saber con
seguridad si el universo tiene un propósito, las pruebas en contra son fuertes
y visibles para todo aquel que ve al universo tal como es y no como quiere que
sea.
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