-Reconocer que nuestra naturaleza profunda
es Presencia. Y que esta Presencia es siempre en un presente constantemente
nuevo. Que ser solo tiene un tiempo: el ahora. Que si no habitamos el ahora, no
vivimos.
-Solo hay una entrada al camino de la paz: la aceptación. La serenidad siempre será el aroma de la aceptación lúcida de la realidad.
-Todos estamos llamados a ser artistas de nuestra propia vida. Prueba de ello es que no hay dolor superior al que acompaña a la conciencia de no haber movilizado nuestras más propias y profundas posibilidades.
-Todos los seres humanos anhelamos en lo profundo verdad, bien y belleza. Que nada menos que eso nos puede satisfacer. Y que no hay comunicación más noble y bella que la que se establece entre personas profundamente comprometidas con la verdad.
-Vivimos disociados de nuestro propio centro. Ya somos, no tenemos tanto que reconstruirnos como que reconocernos.
-Solo hay una entrada al camino de la paz: la aceptación. La serenidad siempre será el aroma de la aceptación lúcida de la realidad.
-Todos estamos llamados a ser artistas de nuestra propia vida. Prueba de ello es que no hay dolor superior al que acompaña a la conciencia de no haber movilizado nuestras más propias y profundas posibilidades.
-Todos los seres humanos anhelamos en lo profundo verdad, bien y belleza. Que nada menos que eso nos puede satisfacer. Y que no hay comunicación más noble y bella que la que se establece entre personas profundamente comprometidas con la verdad.
-Vivimos disociados de nuestro propio centro. Ya somos, no tenemos tanto que reconstruirnos como que reconocernos.
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