*Quedaos con ese mundo vuestro
-que no comprendo- donde la mentira, la infamia y la avidez campan a sus
anchas. Y que os aproveche. Mejor dicho: ¡Que se os indigeste!
*Si señor, desgraciadamente soy
una persona maleducada. No soy como usted. ¡Haga el favor de dejarme en paz!
¡Déjeme en paz! ¡Pues déjeme de admirar! ¡Váyase a la mierda, a la mierda!
*Yo creo que puede existir
perfectamente una amistad entre un hombre y una mujer, siempre que este hombre
no sea yo.
*En el oficio de actor, el éxito o
el fracaso suelen venir muy acompañados de la casualidad.
*Creo hallarme hoy, y es una de
las satisfacciones y quizás la culminación de mis trabajos, entre personas
antes dispuestas a defender sus libertades, o su parcela de libertad, o más
modestamente sus libertades y, con modestia aún más acentuada, algunas de sus
libertades, no con la violencia y la sangre suya o ajena, sino con el
pensamiento y la palabra.
*Hay que intentar que las grandes
ideas parezcan pequeñas, superficiales, cotidianas.
*Si usted me dice que los
imbéciles no sufren, pues encantado de ser imbécil.
*Me retiré del teatro porque los
espectadores me molestaban.
*Mi abuela no iba desencaminada,
porque el oficio de cómico siempre ha tenido mala fama, varias malas famas:
oficio de vagos, de horteras, de vagabundos, de libertinos. Pero, por encima de
todas las otras, fama de inseguro.
Más inseguro aún, como es natural,
en las épocas de crisis. Pero, aunque no existen documentos que lo demuestren,
es casi seguro que cuando Tespis en su famoso carro inventó el teatro, mientras
recorría los caminos de la Hélade buscando donde detenerse a echar función,
murmuraba: ¡Vaya crisis teatral que hay este año!
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