Antiguamente había un cazador que usaba trampas, abriendo cuevas en el suelo. Él
tenía una mujer que era ciega y con la que tuvo tres hijos.
Un día, cuando visitaba sus trampas, se encontró con el león:
-¡Buen día señor! ¿Qué haces por
aquí en mi territorio?
-Estoy viendo si mis trampas
atraparon alguna cosa, respondió el hombre.
-Tú tienes que pagar un tributo,
pues esta región me pertenece. El primer animal que agarres, es tuyo, el
segundo es mío, y así sucesivamente.
El hombre concordó y convidó al león a visitar las trampas,
una de los cuales tenía una presa: una gacela. Conforme lo acordado, el
animal quedó para el dueño de las trampas.
Pasado algún tiempo, el cazador fue a visitar a sus familiares
y no volvió el mismo día. La mujer, necesitando de carne, resolvió ir a ver si
alguna de las trampas tenía alguna presa. Al intentar encontrar las trampas,
cayó en una de ellas con el hijo que traía en los brazos.
El león que estaba espiando entre los arbustos, vio que la
presa era una persona y quedó a la espera de que el cazador viniese para
entregarle el animal, según el contrato.
Al día siguiente, el hombre llegó a su casa y no encontró ni
a la mujer, ni a su pequeño hijo. Decidió entonces seguir las pisadas que la
mujer había dejado, que lo guiaron hasta la zona de las trampas. Cuando
llegó allí, vio que la presa del día era su mujer y su hijo. El león de lejos,
exclamó al ver al hombre aproximarse:
-¡Buen día amigo! ¡Hoy es mi
turno! Tu trampa agarró dos animales al mismo tiempo. ¡Ya tengo los
dientes afilados para comerlos!
-Amigo león -dijo el hombre-
conversemos sentados. La presa es mi mujer y mi hijo.
-No quiero saber nada -protestó
el león-. Hoy la caza es mía, según lo que hemos acordado.
De súbito apareció el ratón.
-¡Buen día! ¿Qué sucede?, dijo el
pequeño animal.
-Este hombre se rehúsa a pagar su
tributo que habíamos acordado.
-Hombre, si acordaron eso,
entonces ¿por qué no cumples? Puede ser tu mujer o tu hijo, pero debes
entregarlos. Deja eso y márchate -dijo el ratón al hombre.
Muy confundido, el cazador se retiró de la conversación,
quedando el ratón, la mujer, el hijo y el león.
-Oiga tío león, ya convencimos al
hombre de darte las presas. Ahora debes explicarme cómo es que la mujer fue
atrapada. Tenemos que recrear cómo es que esta mujer cayó en la trampa (y llevó
al león cerca de otra trampa).
Al recrear la experiencia, el león cayó en la trampa.
Entonces, el ratón salvó a la mujer y al hijo, mandándolos a
casa.
La mujer, viéndose fuera de peligro, invitó al ratón a vivir
en su casa y comer todo lo que ella y su familia comían. Fue a partir de
ese momento, que el ratón pasó a vivir en la casa del hombre, royendo todo lo
que existe allí…
No hay comentarios:
Publicar un comentario