jueves, 4 de febrero de 2016

Derechos animales - Despedida - Anónimo

Mi querido Zoe:
Tu papá Tim regresó a San Francisco la pasada noche. Esta fue la primera noche en más de un año que ha pasado solo. Tu cama todavía está en el suelo, junto a la mía. No estoy preparado para hacer frente a la fría madera que hay debajo. En mi camino a la cama tengo que tomar un momento para estar al lado de tu espíritu, para decirte que papá Bob te ama más que a nada en el mundo, lo he hecho cada noche. Echo de menos el calor de tu cuerpo y los golpes en mi mano que me dabas mientras masajeaba la parte lateral de tu hocico. Entonces, como he hecho muchas noches antes, me acuesto en mi cama. Recordando todas esas noches que te levantabas para beber agua, luego volvías y te acercabas a mi cama para asegurarte de que todavía estaba allí antes de regresar a tu propia cama, te susurraré te amo al menos dos veces más para que sepas que estoy cerca.
He quitado las mantas y golosinas del asiento trasero del coche. Papá Tim cogió la docena de mantas del baño esparcidas por el suelo y las de la sala de estar. Mi cerebro me juega malas pasadas en los últimos días. Si veo por el rabillo del ojo algo tirado en el suelo, la aspiradora o un montón de ropa instintivamente me pongo en modo cauteloso, para tener cuidado y no pisar tu cola.
Cada vez que abro la puerta, mi mente automáticamente busca tu cabeza levantada mirando hacia mí y las orejas en punta. Mis propios oídos buscan excitados el lloriqueo emocionado acompañado de un movimiento de cola. A las 9.30 de la mañana me imaginé verte esperando ansiosamente en la puerta trasera del jardín. ‘Es hora para las aventuras de Zoe y Bob’, diría yo, mientras tú corres hacia mí y esperas pacientemente al lado del coche hasta que abra la puerta. Como anticipé estos últimos días podía oír el eco de las voces de los que habían estado y se habían ido.
Una a una perdiste tus habilidades para comunicar alegría. Alejaste la cabeza lejos de la comida y tu voz se redujo a un débil gemido. Pero cuando puse mis dedos en tu hocico, recorriendo cada dedo de arriba a abajo entre tus ojos, eras capaz de empujar tu cabeza contra ellos y decir te amo papá Bob. Después de la primera inyección pudiste encontrar rápidamente la paz. Puse mi mano sobre tu torso, ya que se elevó arriba y abajo con cada respiración. Papá Tim se sentó directamente enfrente de mí en el otro lado de su cama. Apenas unos segundos después de la inyección sentí que tu espíritu pasaba a través de mi cuerpo. Incapaz de contener las lágrimas, lloré lágrimas de alegría por liberarte del sufrimiento. Lloré lágrimas de tristeza por la pérdida de tu compañía. Lloré lágrimas de dolor por la cantidad de pena que tenía por delante de mí. Me consuela el hecho de que tú estás aquí conmigo. Voy a tratar de emular tu capacidad estoica para aceptar lo que viene después. Te llevaré en mi corazón hasta el final de los tiempos. Cada vez que me enfrento a un nuevo reto o camino nuevo, voy a recordar el amor incondicional que me llevó a cuidar de ti, para que lo tengas tú también. Me lo voy a aplicar a mí mismo, usando lo que me has enseñado sobre lo que significa ver la vida desde la perspectiva de un perro.

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