*Matar y devastar, aunque sea al servicio de la causa más elevada, son palabras
que repugnan a mi corazón. Quien usa de la violencia para defender un ideal, es
como quien, para perfumar la tierra, deshojara ramos y ramos de rosas y
esparciera sus pétalos por el suelo. Habrá, sí, perfume de rosas durante unos
momentos, pero estas rosas, deshojadas, pronto se marchitarán. Mas quien cree
que las ideas para fructificar no tienen necesidad de la violencia, se asemeja
a aquel que siembra rosales sobre la tierra y, cuidándolos amorosamente, espera
que florezcan para que la tierra se llene de su perfume. Éste, y no el otro, es
quien consigue transformar la savia de la tierra en auténtico perfume de rosas.
*Siento que el progreso espiritual nos demanda el que dejemos de matar y comer a nuestros hermanos, y sólo para satisfacer nuestros pervertidos y sensuales apetitos. La supremacía del hombre sobre el animal debería de demostrarse no sólo avergonzándonos de la bárbara costumbre de matarlos y devorarlos sino cuidándolos, protegiéndolos y amándolos. No comer carne constituye sin la menor duda una gran ayuda para la evolución y paz de nuestro espíritu.
*No me importa saber si un animal puede razonar. Sólo sé que es capaz de sufrir y por ello lo considero mi prójimo.
*Siento que el progreso espiritual nos demanda el que dejemos de matar y comer a nuestros hermanos, y sólo para satisfacer nuestros pervertidos y sensuales apetitos. La supremacía del hombre sobre el animal debería de demostrarse no sólo avergonzándonos de la bárbara costumbre de matarlos y devorarlos sino cuidándolos, protegiéndolos y amándolos. No comer carne constituye sin la menor duda una gran ayuda para la evolución y paz de nuestro espíritu.
*No me importa saber si un animal puede razonar. Sólo sé que es capaz de sufrir y por ello lo considero mi prójimo.
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