Si no existe una lucidez constantemente renovada, una actitud de penetración, las técnicas son otro modo de anestesiarse. Cuando se consigue adoptar la actitud correcta al practicar las técnicas, entonces uno va realizando un entrenamiento especializado en alguna dirección o en algún aspecto determinado de la vida. Pero en último término esto ha de servir para saber adoptar esa misma actitud en todas las direcciones y frente a todas las situaciones de la vida.
Si aprendemos a poner en marcha nuestra capacidad, la que tengamos ahora (aunque de momento sea pequeña), y esta actitud la renovamos continuamente, conseguiremos adelantar muchísimo en poco tiempo y nos ahorraremos el trabajo especial de las técnicas. De hecho, las técnicas son el precio de nuestra pereza; las técnicas representan algo parecido a darnos cachetes sistemáticamente para evitar quedarnos dormidos.
El objeto último de las técnicas es en realidad el poder llegar a prescindir de las técnicas. El tener que estar practicando una técnica toda la vida indica que, en el mejor de los casos, no hemos superado aún el periodo de entrenamiento.
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