Una auténtica paz es aquella que se puede mantener en toda clase de circunstancias buenas o malas, agradables o desagradables, prósperas o adversas. Sólo la paz que permanece es la paz.
Muchas personas creen que la paz sólo se puede conseguir en unas condiciones ideales, viviendo alejados del mundo, en un monasterio, en una montaña, llevando una vida eremítica, ascética, etc; y sin vivir entre dificultades, amarguras y contratiempos de la vida. Eso es falso, pues la paz es algo que se puede conseguir.
La paz tiene, naturalmente, un valor enorme. Pero como con todo lo que tiene un gran valor es necesario luchar mucho para conseguirla. O si se quiere, se necesita no luchar nada para conseguirla. Ahora estudiaremos esta aparente contradicción.
Hay dos estilos de vida que conducen a la paz. Uno de ellos consiste en tener un ideal correcto, sano, dentro de la línea del propio desarrollo y por el cual la persona lucha, se entrega totalmente a él, y a medida que va progresando, que se va configurando de acuerdo con este ideal, la persona encuentra una satisfacción, un equilibrio, una tranquilidad. Ésta es una de las formas de llegar a la paz.
Pero hay otra forma que no es tan conocida: la paz como resultado de vivir el presente de un modo total, aparte de cualquier proyección hacia el futuro. Se trata de un estilo de vida que consiste en lanzarse del todo en cada momento, en darlo todo, y cuando esto se consigue hacer, aunque es difícil, entonces se llega al mismo resultado.
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