-Un hombre va al médico. Dice que está deprimido. Dice que
la vida le parece implacable y cruel. Dice que se siente solo en un mundo
amenazante, donde lo que le aguarda es vago y confuso.
El médico dice: “El tratamiento
es sencillo. Esta noche actúa un gran payaso en la ciudad, Pagliacci; vaya a
verle, eso le animará”.
El hombre rompe a llorar. Dice: “Pero doctor...yo soy
Pagliacci”.
-Tal vez el mundo no sea una creación. Tal vez nada lo sea.
Tal vez simplemente esté ahí. Lo haya estado y lo siga estando siempre...un
reloj sin artífice.
-Las cosas tienen su forma en el tiempo, no solo en el
espacio. Hay bloques de mármol que alojan estatuas en su interior, incrustadas
en su futuro.
-Vivimos nuestras vidas porque no tenemos nada mejor que
hacer. Nos inventamos una razón después.
-Nacemos del olvido; tenemos hijos, tan condenados al
infierno como nosotros; volvemos al olvido. No hay nada más.
-La existencia es azar. No tiene ningún patrón salvo el que
imaginamos al haber pasado demasiado tiempo mirándola. Ningún significado,
salvo el que elegimos imponerle.
-No hay futuro, no hay pasado. El tiempo es simultáneo, una
joya de intrincada estructura que el ser humano insiste en ver únicamente
faceta por faceta, cuando el diseño entero resulta visible desde todas ellas.
-Mucha gente tiene vidas desastrosas, sin ningún resultado
visible, pero...¿no tenemos alguna importancia para el universo más allá de
eso? Es decir, tan solo la existencia de vida...¿no es algo significativo ya?
-Los acontecimientos con probabilidades tan infinitesimales
de ocurrir que son prácticamente imposibles, como que el oxígeno se convierta
espontáneamente en oro, son milagros termodinámicos.
Y aún así, en cada emparejamiento humano, cientos de
millones de espermatozoides compiten por un solo óvulo. Si multiplicamos esas
probabilidades por incontables generaciones, si las contraponemos a las
probabilidades de que nuestros ancestros siguieran con vida; se conocieran;
tuvieran ese hijo en concreto; esa hija exactamente...hasta que nuestra madre
se una a un hombre, y de esa unión, de los cientos de millones de niños que
compiten por la fertilización, seas tú, y solamente tú, el que emergió...eso,
es la cumbre de la improbabilidad. Destilar una forma tan específica, a partir
de ese caos de improbabilidades, se parece a convertir el aire en oro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario