-Es imposible educar sin sentimiento. Cada uno de nosotros
es una comunidad andante de células que ha entregado al cerebro las llaves de
su comportamiento.
-Es muy probable que las mejores decisiones no sean fruto de
una reflexión del cerebro sino del resultado de una emoción.
-Estamos descubriendo las capacidades que se necesitan para
tener trabajo en las sociedades industriales. La primera, la capacidad de
trabajar colaborativamente en lugar de competitivamente. El saber utilizar los
nuevos sistemas de comunicación digital, que tampoco se ha enseñado
adecuadamente.
-Es un proceso de cambio continuo que lo menos que puede
sugerir es tristeza y pesimismo.
-Habíamos fabricado dioses a nuestra imagen y semejanza, y
aplacábamos sus iras despeñando humanos por las murallas y consumando
sacrificios humanos. Cualquier cosa salvo mirar qué pasaba dentro de uno mismo
cuando aprendía, lidiaba con el vecino, amaba, sufría y moría. Es
incomprensible (y sobre todo ha sido una fuente de amargura indecible) que
hayamos sobrevivido sin saber nunca qué nos pasaba dentro, por qué nos
comportábamos como lo hacíamos cuando estábamos emocionados, acosados por el
miedo o la indiferencia.
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