(Versión 1)
Cierto día cuatro ciegos
encontraron en su camino un objeto desconocido. Lo palparon como pudieron y se
comunicaron sus impresiones:
-Es
la puerta de un templo -dijo uno-. Toco una columna.
-De
ningún modo -dijo otro-. Es una liana.
-Me
extraña -dijo el tercero-. Es un árbol muerto, sin corteza y sin follaje.
-Se
equivocan todos -dijo el último-. Es una serpiente.
Ante tal situación, los cuatro se
sentaron a la sombra de un árbol y hablaron sobre el asunto.
Después de varias horas de
discusión, acertó a pasar un viajero. Les escuchó, y dijo:
-Señores,
temo decepcionarlos a los cuatro. El objeto del cual ustedes hablan es un
elefante. Este señor tomó su pata por una columna, el otro tocó la cola, el
tercero el colmillo y el último la trompa.
(Versión 2)
Un día, seis sabios quisieron
saber qué era un elefante. Como eran ciegos, decidieron hacerlo mediante el
tacto.
El primero en llegar junto al
elefante chocó contra su ancho y duro lomo y dijo: “No cabe duda, el elefante
es como una pared”.
El segundo, palpando el colmillo,
gritó: “Esto es tan agudo, redondo y liso que el elefante es como una lanza”.
El tercero tocó la trompa
retorcida y gritó: “¡Dios me libre! El elefante es como una serpiente”.
El cuarto extendió su mano hasta
la rodilla, palpó en torno y dijo: “Está claro, el elefante, es como una
columna”.
El quinto, que casualmente tocó
una oreja, exclamó: “Aun el más ciego de los hombres se daría cuenta de que el
elefante es como un abanico”.
El sexto, quien tocó la oscilante
cola apuntó: “El elefante es muy parecido a una soga”.
Y así, los sabios discutieron
largo y tendido, cada uno excesivamente terco en su propia opinión y, aunque
parcialmente en lo cierto, todos estaban equivocados.
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