Se cuenta que en una ocasión, un hombre se acercó a Buda y,
sin decir palabra, le escupió a la cara. Sus discípulos se enfurecieron.
Ananda, el discípulo más cercano, le pidió a Buda:
-¡Dame permiso para darle su
merecido a este hombre!
Buda se limpió la cara con serenidad y le respondió a
Ananda:
-No. Yo hablaré con él.
Y uniendo las palmas de sus manos en señal de reverencia, le
dijo al hombre:
-Gracias. Con tu gesto me has
permitido comprobar que la ira me ha abandonado. Te estoy tremendamente
agradecido. Tu gesto también ha demostrado que a Ananda y a los otros
discípulos todavía pueden invadirle la ira. ¡Muchas gracias! ¡Te estamos muy
agradecidos!
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