Había un rey de corazón puro y muy interesado por la
búsqueda espiritual. A menudo se hacía visitar por yoguis y maestros místicos
que pudieran proporcionarle prescripciones y métodos para su evolución interna.
Le llegaron noticias de un asceta muy sospechoso y entonces decidió hacerlo
llamar para ponerlo a prueba.
El asceta se presentó ante el monarca, y éste, sin demora,
le dijo:
-¡O demuestras que eres un
renunciante auténtico o te haré ahorcar!
El asceta dijo:
-Majestad, os juro y aseguro que
tengo visiones muy extrañas y sobrenaturales. Veo un ave dorada en el cielo y
demonios bajo la tierra. !Ahora mismo los estoy viendo! ¡Sí, ahora mismo!
-¿Cómo es posible -inquirió el
rey- que a través de estos espesos muros puedas ver lo que dices, en el cielo y
bajo tierra?
Y el asceta repuso:
-Solo se necesita miedo.
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