El
hecho que se nos pone de frente, es que la gente con el sentido más grande de
honestidad y de todos los niveles de inteligencia, difiere, y siempre ha
diferido en sus creencias religiosas. Dado que es más probable que al menos una
fe pueda ser cierta, se concluye que los seres humanos son extremadamente
propensos a creer firme y honestamente en algo falso en el campo de la religión
revelada. Uno hubiera esperado que este hecho evidente les diera cierto grado
de humildad, de pensar de alguna manera que aún independientemente de su
profunda fe, cabe perfectamente la posibilidad de estar equivocado. Nada está
más alejado del creyente, de cualquier creyente, que esta humildad elemental.
Todo lo que esté en su poder... debe estar obligado a aceptar su fe. De hecho,
en muchos casos, los niños son adoctrinados con el vergonzoso pensamiento de
que pertenecen a un grupo con un conocimiento superior, que sólo ellos tienen
una línea privada a la Oficina del Todopoderoso, y que todos los demás son
menos afortunados que ellos mismos.
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