La
actitud implícita en el consumismo es la de engullimiento del mundo entero. El
consumidor es un eterno lactante que llora para obtener el biberón: una
condición que se hace obvia en fenómenos patológicos como el alcoholismo y la
adicción a las drogas. Por lo que parece, aislamos estas dos formas de
toxicomanía porque sus efectos interfieren con los deberes sociales de la
persona adicta. El ocio, los automóviles, la televisión, los viajes y el sexo
constituyen los objetos principales del consumismo de hoy y, si bien hablamos
de ellos como de actividades del ocio, sería mejor definirlas como
“pasividades” del tiempo libre.
Consumir
es una forma de tener, la más importante para la opulenta sociedad industrial
de nuestro tiempo. El consumismo tiene características ambivalentes: calma el
ansia, porque lo que uno tiene no puede serle arrebatado nuevamente, pero
impone también que el consumidor consuma siempre más, desde el momento en que
el consumo precedente pronto pierde su propio carácter de gratificación. Los
consumidores modernos pueden etiquetarse ellos mismos con esta fórmula: “yo soy
esto que tengo y esto que consumo”.
*De
“¿Tener o ser?”
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