Creerse
único centro del mundo, atribuirse la única verdad, adjudicarse el único
camino, es señal de inmadurez o arrogancia. Creer que nada tiene centro, que no
hay verdad alguna ni camino transitable, es señal de desencanto o nihilismo. La
alternativa es comprender que el centro de la realidad está en todas partes,
que cada persona tiene su propia verdad en la medida en que es honesta consigo
misma, que cada uno tiene su propio camino que debe hacer al andar. El camino
existe, existen caminos. es cierto que no hay centro: hay múltiples centros.
Del
mismo modo que precisamos agua, vitaminas y amor, también necesitamos sentirnos
arraigados en nuestro cuerpo y entorno: sentirnos centro de nuestro propio mundo.
Sólo así, con los pies firmes en un suelo estable, podemos apreciar en cada
“tú” un mundo con su propio centro y su camino. Sin esa sensación de centro,
¿no perdemos toda orientación, toda estabilidad, todo arriba y todo abajo? ¿No
erramos como náufragos sin rumbo? ¿No necesitamos entonces crear un mundo
artificial donde todo esté bajo nuestro control, para sentirnos así otra vez en
el centro?
*De
“La odisea de Occidente”
No hay comentarios:
Publicar un comentario