Se cuenta la historia de la
famosa estatua del general Gordon, montado sobre un camello, que era uno de los
lugares de visita de Jartum.
Esta estatua se convirtió en
el lugar favorito de un niño de tres años y su niñera solía llevarlo cada día a
“ver al general Gordon” como parte del paseo. Llegó el día en que la familia
tuvo que abandonar Sudán y la niñera llevó al pequeño a decir adiós al general
Gordon.
El niño estuvo largo rato
contemplando la estatua y por fin dijo: “Tardaré mucho tiempo en volver a
verte, así que adiós, general Gordon”. Luego se volvió hacia la joven niñera y
le preguntó: “Oye, ¿quien es esa persona sentada encima del general Gordon?”
Esta historia podría bien ser
cierta. Ilustra el modo en que la gente supone cosas acerca del conocimiento
sin imaginar nunca que su punto de vista puede ser incoherente con las
verdaderas circunstancias. Como el camello del general Gordon, la gente a
menudo imagina que los medios de transporte de una enseñanza son la enseñanza
en sí. Por esta razón se embarca en la veneración de los aspectos externos de
los individuos, las palabras, los ejercicios o las teorías.
De “Charlas de sobremesa”
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