-Hermano -dijo el Mulá Nasrudín a
un vecino-, estoy haciendo una colecta para pagar la deuda de un pobre hombre
que no puede cumplir con sus obligaciones.
-Muy encomiable - dijo el otro mientras le entregaba una moneda - ¿Quién es la persona?
-Yo - dijo Nasrudín, mientras se retiraba con rapidez.
Unas semanas más tarde, el Mulá llamaba otra vez a la puerta del vecino.
-Supongo que viene por una deuda - le dijo el ahora cínico vecino.
-Así es.
-Supongo que alguien no puede pagar una deuda y usted pide una contribución.
-Así es.
-Y supongo que usted es el deudor.
-Esta vez no.
-Bueno, me alegro saber eso. Tome esta contribución.
Nasrudín guardó el dinero en su bolsillo.
-Una pregunta, Mulá, ¿qué impulsa sus sentimientos humanitarios en este caso particular?
-Pues, verá usted … Yo soy el acreedor.
-Muy encomiable - dijo el otro mientras le entregaba una moneda - ¿Quién es la persona?
-Yo - dijo Nasrudín, mientras se retiraba con rapidez.
Unas semanas más tarde, el Mulá llamaba otra vez a la puerta del vecino.
-Supongo que viene por una deuda - le dijo el ahora cínico vecino.
-Así es.
-Supongo que alguien no puede pagar una deuda y usted pide una contribución.
-Así es.
-Y supongo que usted es el deudor.
-Esta vez no.
-Bueno, me alegro saber eso. Tome esta contribución.
Nasrudín guardó el dinero en su bolsillo.
-Una pregunta, Mulá, ¿qué impulsa sus sentimientos humanitarios en este caso particular?
-Pues, verá usted … Yo soy el acreedor.
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