Al día siguiente, cuando el juez volvió a su casa dando
traspiés, se dio cuenta de que le habían robado. Lívido, dijo a la policía que
buscarán en cada casa hasta encontrar al culpable.
No pasó mucho tiempo antes de que Nasrudín fuera llevado al
tribunal.
-¿Dónde conseguiste esas babuchas
y ese manto? —preguntó el juez.
-Se los cogí a un borracho que
encontré tumbado en la cuneta la noche pasada —contestó el mulá—. Desde
entonces estoy tratando de devolvérselos, pero no conozco su identidad. ¿No lo
conocerá su señoría por casualidad?
-¡Por supuesto que no! —replicó
el juez—. ¡Caso archivado!
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