—Nasrudín,
has estado evitándome desde que te presté dinero. ¿No te da vergüenza?
Sabiendo que su cuñado era un
hombre excepcionalmente holgazán, el mulá contestó:
—He
venido a devolver lo que debo. Ven aquí, estrecha mi mano, saca el monedero de
mi bolsillo, cuenta lo que te debo, deja de nuevo mi cartera y despídete.
—¿Quieres
que me derrumbe de cansancio? —preguntó el cuñado—. Sigue tu camino y no me
vuelvas a fastidiar.
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