* La verdad es
una palabra muy compleja. Primero, que todo cambia: las sociedades, las épocas,
el pensamiento. Lo que pudo ser verdad para uno de niño no es lo mismo que
sostiene de joven o, mucho menos, de viejo. La verdad va cambiando con la misma
persona. No hay ninguna verdad. La verdad es inasible. No hay ninguna verdad.
*
No concibo otra forma de escribir que en primera persona. Es la única real y
sincera, porque ¡Cómo va a saber un pobre hijo de vecino lo que están pensando
dos o tres o cuatro personajes! ¡No sabe uno lo que está pensando uno mismo con
esta turbulencia del cerebro y va a saber lo que piensa el prójimo!
* La palabra no
tiene trascendencia ninguna. Sólo piensa que las palabras cambian de
significado. Cambian en su sonido y se van transformando en otras. (...) El
lenguaje común me parece muy interesante por sus cambios. El lenguaje literario
es como otro idioma. Por otro lado, no hay nada más ruin que la palabra de los
políticos o de los curas.
* La puta, la
gran puta, la grandísima puta, la santurrona, la simoníaca, la inquisidora, la
falsificadora, la asesina, la fea, la loca, la mala; la del Santo Oficio y el
Índice de Libros Prohibidos; la de las Cruzadas y la noche de San Bartolomé; la
que saqueó Constantinopla y bañó de sangre Jerusalén; la que exterminó a
albigenses y a los veinte mil habitantes de Beziers; la que arrasó con las
culturas indígenas de América; la que quemó a Segarelli en Parma, a Juan Hus en
Constanza y a Giordano Bruno en Roma; la detractora de la ciencia, la enemiga
de la verdad, la adulteradora de la Historia; la perseguidora de judíos, la
encendedora de hogueras, la quemadora de herejes y brujas...
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