Esdras bebió un largo trago y
dejó el copón sobre la mesa.
—No
me digas que el cuento del Diluvio no es una belleza.
Saulo entrecerró los ojos y
midió al judío. Demoró bastante en hablar, pero cuando lo hizo, sus palabras
tuvieron el filo de una sica.
—La
historia que estoy escribiendo es mucho más que bella, es sublime. Será
recordada eternamente.
Esdras silbó por lo bajo,
burlón. —¿Me dirás el secreto?
—El
secreto es el personaje, Esdras; hay que saber construir el personaje.
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