En 1986, la peste de las vacas locas golpeó a los británicos
y más de dos millones de vacas, sospechosas de contagiosa demencia, fueron
condenadas a la pena capital.
En 1997, la gripe del pollo, difundida desde Hong Kong, sembró el pánico y
condenó a un millón y medio de aves a la muerte precoz.
En el año 2009, estalló en México y en los Estados Unidos la gripe porcina, y el planeta entero tuvo que enmascararse contra a la peste.
Millones de cerdos, no se sabe cuántos, fueron sacrificados por toser o por estornudar.
¿Quién tiene la culpa de las pestes humanas? Los animales.
En el año 2009, estalló en México y en los Estados Unidos la gripe porcina, y el planeta entero tuvo que enmascararse contra a la peste.
Millones de cerdos, no se sabe cuántos, fueron sacrificados por toser o por estornudar.
¿Quién tiene la culpa de las pestes humanas? Los animales.
Así de simple.
En cambio, están libres de toda sospecha los gigantes del agronegocio mundial, esos aprendices de brujos que convierten los alimentos en bombas químicas de alta peligrosidad.
En cambio, están libres de toda sospecha los gigantes del agronegocio mundial, esos aprendices de brujos que convierten los alimentos en bombas químicas de alta peligrosidad.
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