El vehículo emitió un sonido ronco y se posó con
brusquedad en la superficie embarrada.
— Lo siento querida... creo
que tendremos que caminar.
La mujer puso los ojos en blanco y emitió un bufido.
Estaba harta del viejo cacharro. Tenía que fallar precisamente hoy, en la
presentación de las nuevas especies que culminarían con la terraformación del
planeta. Un día histórico, estaría todo el mundo y ellos llegarían tarde.
— ¡Maldita sea Kaal!, en el
próximo ciclo pídele un nuevo aero al supervisor. ¡Nada de reparaciones!, estoy
harta de este trasto.
— Vale, vale... tranquila.
Si nos apresuramos aún llegaremos a tiempo...
La mujer interrumpió bruscamente a Kaal:
— ¡Mira cómo está el
suelo!, ¡es un barrizal!. Voy a poner perdidos mis zapatos de gala... la tienda
más cercana está a treinta años luz... —dijo la mujer a punto de sollozar.
Su compañero la miró sonriente mientras se rascaba
groseramente el trasero.
— Veeeenga... nos quitamos
los zapatos y ya está —explicó Kaal en tono conciliador—. Vamos, tú pisa por
donde yo pise y en nada estamos alli, ¿vale?
— Vale.
Paso 2
La niña miró con curiosidad la pieza del museo
extendida en el suelo.
— ¿Qué es eso abuelo?,
¿agujeros en una piedra?
Su anciano acompañante se acercó al rótulo informativo
y leyó en voz alta: “Pisadas de Laetoli. Rastro dejado por Australophitecus
afarensis hace 3,6 millones de años.”
— Huellas, cariño, son
huellas de nuestros abuelos más antiguos.
La niña volvió a mirar sorprendida el resto fósil.
— ¿Huellas de abuelos
antiguos? ¿Eran cómo nosotros? —preguntó la niña.
— Hummm... se parecían un
poco.
— ¿Eran más listos que
nosotros?
El abuelo sonrió.
— No cariño, no eran más
listos que nosotros.
La niña se quedó en silencio mientras observaba con
más atención las huellas de los antepasados del hombre.
— Es cierto abuelo, no eran más listos. Ni siquiera tenían zapatos.
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